domingo, 11 de julio de 2010

De hipopótamos guarros y de paralelismos humanos...


Estoy leyéndome un libro bastante curioso, "De focas daltónicas y alces borrachos". Viene a demostrar que la llamada "evolución" de las especies no es más que el juego inconsciente de un niño que se ha fumado un porro. Incluso en el caso del ser humano.
"Desde un punto de vista físico, el ser humano es un ser deficitario, es débil, lento, delicado, y, en comparación con otros animales, oye, huele y ve bastante mal. Lo único que lo distingue es su gran cerebro, extremadamente eficiente. Pero, ¿constituye eso realmente una ventaja evolutiva? Hasta ahora, en efecto, el experimento del "gran cerebro" ha funcionado, pero ya han transcurrido algunos milenios desde su introducción, lo que, en comparación con otros períodos de la evolución, no corresponde ni a un segundo en la vida de un hombre. En cambio, las últimas décadas muestran que el ser humano y su cerebro tienen un marcado afán de destrucción, capaz de arrojar a la catástrofe no sólo a la Humanidad misma, sino a todo el planeta. En realidad, no es posible llamar progreso a algo así, sino que se trata más bien de una danza sobre la cuerda floja, en la cual la evolución coquetea con su propio hundimiento."

Esta es la descripción que hace el autor del extraño y cochino comportamiento de los hipopótamos cuando se pelean o, simplemente, quieren marcar su territorio...
"... Ellos cultivan un trato bastante intenso con sus excrementos. O digámosolo mejor de otra manera: se pasan el puñetero día arrojando mierda. Así, el atento visitante del zoológico sabe que no hay planta depuradora en el mundo capaz de controlar el "excremental" afán de demarcación de los hipopótamos. Aun cuando su alberca se limpiara diez veces al día, al cabo de pocos instantes el mal olor llegaría de nuevo hasta el cielo. Y es que los hipopótamos demarcan su territorio con orina y excrementos, y su corta cola, con sus movimientos en forma de hélice, ayuda a difundir esas notas aromáticas a gran distancia. Por otra parte, el excremento sirve también a modo de arma.
Pero oigamos acerca de esto al zoólogo alemán Hans-Wilhelm Smolik:
'Y también entonces, cuando dos hipopótamos machos se encuentran, las hélices de la cola entran de inmediato en acción. Cada salva de orina y de excrementos de uno es respondida por una similar del otro, al tiempo que se sigue con interés quién es capaz de disparar la mayor cantidad de munición. El primero al que se le acabe el material resultará derrotado, por mucho que abra la boca enorme con sus imponentes colmillos.'[...]
Por lo demás, lo que cuenta es lo siguiente: el que más cague, gana. Aún resulta un enigma lo que eso pueda aportar en beneficio de la conservación de la especie, de la lucha por la supervivencia y la supervivencia del más apto. ¡O quizá no sea tan enigmático! Porque si uno observa atentamente algunos incidentes que suceden en nuestro día a día humano, -sobre todo en los ámbitos de la política y de los medios de comunicación-, se tiene la impresión de que muy a menudo gana el que más mierda arroja a su alrededor"