lunes, 20 de septiembre de 2010

Quiero escribir...

Quiero escribir, pero me sale espuma.
Quiero decir muchísimo y me atollo.
No hay cifra hablada que no sea suma,
no hay pirámide escrita, sin cogollo.
Quiero escribir, pero me siento puma;
quiero laurearme, pero me encebollo.
No hay toz hablada, que no llegue a bruma,
no hay dios ni hijo de dios, sin desarrollo.
Vámonos, pues, por eso, a comer yerba,
carne de llanto, fruta de gemido,
nuestra alma melancólica en conserva.
¡Vámonos! ¡Vámonos! Estoy herido;
vámonos a beber lo ya bebido,
vámonos, cuervo, a fecundar tu cuerva.
                    «Intensidad y altura», César Vallejo.

miércoles, 15 de septiembre de 2010

Trilce


Mermelada, mantequilla, mandarina, piruleta, caramelo, libélula, luciérnaga, cachivache, achicharra, chispa, chucho, achuchar, chincheta, mariquita, golondrina, aceituna, pantomima, merienda, manantial, murmurar, mimosa, dintel, mantel, cascabel, doncella, princesa, tormenta, miel,  salmón, amarmolado, melocotón, sauce, mimbre, amapola, clavel, marmita, mazapán, marzo, garbanzo, maravilla,  chimichurri, tiquismiquis, espachurrar, pachucha, mapache, azabache, menta, cinta, añoranza, melancolía, crepúsculo, almendra, amamantar, talismán, lince, bronce, quince, dulcemente amanece en la montaña.

viernes, 3 de septiembre de 2010

Mi abuelita se ha ido



Supongo que tendría que haber escrito antes acerca de esto pero no me salían las palabras. Cuando pienso en mi abuela, la única que he tenido, se me agolpan tantos sentimientos y momentos que se hacen un nudo y no hay manera de ponerlos en orden y explicarlos. Ahora mismo estoy, tontamente, llorando.
Y eso que la he visto muy poco. Vivía en Almansa, cerca de Albacete, en su casita con un rosal de la calle Pizarro, un cul de sac donde jugaban los niños, y donde jugué yo también de cría. 


Cuando era pequeña, iba a Almansa con mis padres una vez al año, algunas veces dos: en Navidad y en verano; pero luego, cuando empecé a ir por mi cuenta, la verdad es que cada vez los veía menos, hasta que prácticamente pasaron a ser sólo un recuerdo bonito de mi infancia.
Recuerdo la emoción de mi abuela cuando le dábamos un beso y la abrazábamos, de niños y no tan niños. Se le entrecortaban las palabras y sólo podía reir flojito, "jejeje", y sentías su cariño y su afecto y su olor...
Tengo recuerdos más o menos vagos de cuando era muy pequeña, de que le gustaba mi letra horrenda y lo que escribía porque tenía carácter... Y recuerdo sus historias...
El padre de mi abuela era ferroviario. A ella le apasionaban los trenes, creció oyéndolos, viéndolos y viviendo de ellos. Su hermano estudió para ser ferroviario como el padre, pero a ella no le dejaron por ser mujer, y estudiaba a escondidas, y se sabía mejor las lecciones que el hermano. Me hubiera gustado, alguna vez, montar en un tren con ella. Aunque ahora no son como aquellos que estaba acostumbrada a ver, cada día, desde la casita al lado de la vía donde estaba establecida con su familia.
Recuerdo cómo se sabía la lista de todos sus apellidos familiares, los dichos acerca de los "sandovalones", familia de "comilones"; su preferencia hacia "los gordicos", porque según ella eran todos buenas personas, y los delgaduchos, algo escondían; recuerdo cómo,  hasta prácticamente los 95 años, comía de todo, lo probaba todo, y no se privaba de su vasito de vino tinto... y cómo tomaba pan al final de cada comida, hasta con el yogur, porque decía que si no no le sentaba bien; y algo debía de tener ese pan, pues no tuvo que ir al médico hasta que tuvo más de ochenta años... Ni siquiera fue al dar a luz, la ayudó una partera en casa...
Recuerdo su amabilidad y ternura, su tolerancia hacia otras formas de pensar, su sabiduría popular, sus refranes, su forma de coger las agujas y hacer punto de media, balanceándose en su maravillosa mecedora, que me llamaba tanto la atención; recuerdo cómo, pacientemente, cuando la cabeza ya se le empezaba a escapar, insistía en enseñarme el mismo punto una y otra vez...






jueves, 2 de septiembre de 2010

Pobres bichitos

Hoy ha entrado una salamanquesita a mi departamento del curro. Enseguida ha habido alguien que se ha levantado espantada y ha propuesto matarla de un zapatazo porque le “daba mucho asco”. A mí me dan mucho repelús algunas personas y no las mato a zapatazos... Sí, hubo uno que lo intentó con Bush, pero ese no es el tema :P
La cuestión es que las salamanquesas son seres adorables y chiquititos, con ventositas en los dedos, que es difícil que formen una plaga, porque tienen como mucho dos crías cada 4 meses, y se comen a las arañas y mosquitos que nos pican...
Se ha formado un revuelo... No han dejado ni que la tocara para echarla fuera, han llamado al de mantenimiento... ¡ni que fuera una pitón!! Al final, afortunadamente, he podido convencer al de mantenimiento para que no la matara y me dejara sacarla fuera...  aunque a veces no lo parezca, en el fondo es un buen hombre. Me entristece bastante haber sido la única de mi departamento que ha salido en defensa del bichito.
Si hay animales que han formado una plaga y/o pueden morderte o picarte, y no es posible, simplemente, echarlos, de acuerdo, se matan: una plaga de hormigas o cucarachas, avispas, mosquitos, tábanos... pero hay otros muchos que sólo hacen daño cuando se sienten amenazados, y la gran mayoría pueden echarse sin necesidad de “pegarles un zapatazo”. Incluso pueden, como en este caso, ser inofensivos y hasta ayudarte.
Pero como son chiquititos, siempre es más fácil arrearles un golpe, ¿verdad?