La verdad es que no soy muy de vírgenes, porque las representaciones me suelen parecer frías y distantes, y los bebés suelen ser como viejos en miniatura. Sin embargo, hay excepciones, como la figurita de una virgen que encontré en Santiago de Compostela y este cuadro de Marianne Preindelsberger Stokes, con el que me he quedado fascinada:
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