martes, 24 de julio de 2012

Volar con los ojos

Hoy me he pasado por el despacho de E.A para charlar con ella un ratito. Quería saber si le habían renovado el contrato en la editorial, porque la voy a echar mucho de menos cuando se vaya (sé que se irá, porque es un pájaro libre y su sitio no creo que sea este, pero cuanto más se alargue su estancia aquí mejor)...
Me ha contado que en la Universidad donde también trabaja tiene horarios muy flexibles, y que su futuro en la editorial depende precisamente de la flexibilidad que puedan permitirle para compaginar su trabajo aquí con el de allí. Que necesita los dos trabajos o que le cojan en uno a jornada completa, porque su marido es músico autónomo, y a veces tardan en pagarle meses y meses (si le pagan), y tiene tres hijos, y ella no puede flaquear...
Pero me ha explicado que, lo que realmente le gusta, es dar música en Educación Infantil. Y entonces, su mirada se ha iluminado totalmente, y se le ha escapado una sonrisa de verdad, de esas que dejan huellas en los ojos y que no pueden evitar descubrir parte del alma. Me ha contado en qué consiste ser profesora infantil de música: ritmos, movimientos, música en directo y grabada, sonidos, vibraciones, tiempos... y su cuerpo, su mente, su corazón, estaban integrados mientras hablaba, en una sintonía maravillosa, en una alegría contagiosa.

 
Hay muy poca gente que desprenda esa ilusión. Recuerdo cuando estudiaba, que parecía un pecado interesarse por algún aspecto de los estudios, entusiasmarse por algo que no tuviera tintes amoroso-sexuales o que estuviera socialmente extendido... ¡te miraban como a un bicho raro! Y, actualmente, es peor: hay amargura, envidias, agresividad, crispación, miedo, veneno, por todas partes...  
Esa ilusión de niño pequeño, la emoción, la transparencia y la llaneza que ha sabido conservar y fomentar E.A, son una brisa saludable de aire fresco... Y cuando ella se vaya, quedará un vacío inmenso en ese lugar del despacho.
¿Os habéis parado a pensar si hay algo en vuestra vida que os haga sentir vivos, llenos? ¿Algo que os emocione y os sacuda por completo, en una oleada de calor, pasión, color y alegría? ¿Algo que permita que vuestro corazón se sintonice con el resto del universo? No valen medias tintas, tiene que ser una inundación que suba y os haga sonreír de oreja a oreja inevitablemente cada vez que pensáis en ello, no puede ser un riachuelo que circula de forma calculada por su cauce, o la visión de una cascada a lo lejos que queréis meter en un frasco de cristal. 

 
Si no es vuestro caso, tenéis un problema. ¿A que esperáis para encontrarlo? Porque eso es lo más importante que tiene y tendrá una persona, por lo que merece la pena vivir; lo único que le reconfortará antes de morir, la mayor enseñanza y el mejor legado en vida que dejar a sus hijos.

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