Os presento la casa de mi abuelita. Con todo el dolor del corazón mi familia se tiene que desprender de ella; está para reformar (cocina y baños), pero es muy cuca. Se encuentra situada en una calle sin salida, en Almansa (Albacete). En esa calle, cuando yo tenía unos tres años, recogió mi abuela a una periquita con un dedo en cada pata, debajo de un coche aparcado; y mis padres y yo nos la llevamos a Barcelona. Vivió con nosotros muchos años, hasta morir de viejita.
La casa de mi abuela tiene un jardincico delante, que antes estaba repleto de rosales; en la parte de detrás, hay un pequeño patio, donde yo jugaba de chiqui a potingues con mis primos.
Justo al cruzar la cortinilla de la puerta, a la derecha, había hace tiempo un pequeño silloncito infantil, reservado para mi prima cuando era pequeña. Hace mucho que ya no está, pero aún me veo sentada en él y poniendo morros para que mis padres me hagan caso, lo recuerdo como si fuera ayer. Enfrente, un poco a la izquierda, están las escaleras que suben al segundo piso; un poco a la derecha, había un colgador, que me viene a la cabeza saturado de abrigos y sombreros.
A la derecha, hay un pequeño salón separado del resto de la casa por dos grandes puertas correderas. Ahí es donde siempre descansaba mi abuela en su hamaca mecedora, junto a la ventana, haciendo punto (mientras pudo); ahí estaban la mesa camilla y la otra mesa donde comíamos tortas de manteca para desayunar, pollo y paellica tonta; también donde miraba, cada vez que iba, la retahíla de fotos familiares guardadas en una caja de cartón. Y donde se encontraba ese reloj que nos daba la lata cada hora... y un cuadro pintado por alguien de la familia con el castillo de Almansa en el fondo, y fotos de los nietos, y de los bisabuelos...
Saliendo del salón, a la derecha, hay un pasillito. Al fondo, se accede a una pequeña habitación, donde dormían mis abuelos, y luego mi abuela sola; justo a la izquierda de la habitación hay un lavabito. Saliendo del lavabo, creo que justo en frente, se ve la cocina, una cocina viejita, donde descubrí esa gelatina de magro de la que he hablado más de una vez, y donde veía a mi abuela cocinar y decirnos que no usáramos esos vasos, que eran los de las medicinas del abuelo.
Al fondo de la cocina, está la puertecita que daba al patio.
En el piso de arriba, hay otro pequeño lavabo y tres habitaciones más: una muy pequeña, que se usaba de trastero; otra donde dormía yo cuando iba; y otra, de matrimonio. Lo digo desde mi punto de vista, seguro que mi padre recordará dónde dormía él, igual era en la más pequeña que yo con falta de consideración tildo de trastero.
Recuerdo que cuando iba a Almansa y dormía allí, me levantaba muy temprano por la mañana, pasaba por delante de la habitación donde estaban mis padres y, descalza, bajaba las escaleras muy despacio, intentando no hacer ruido; aunque sabía que, fuera la hora que fuera, mi abuela se habría levantado antes y estaría preparando algo en la cocina. Y que, sin darme tiempo a bajar del todo, me saludarían su risa entrañable y su: "¿Ya te has levantado? ¿Qué quieres desayunar?"
Esta casa representa mucho para mí, y si representa tanto para mí, que he estado tan poco tiempo en ella, no quiero ni pensar lo que significará para mi padre, mis primos, ni para mis tías... Me consta que a todos les duele mucho perder la casa, que a todos les encantaría conservarla; pero lo han pensado y hablado detenidamente y por varias razones no pueden comprarla.
Así que buscan a alguien que la adopte, y cuanto antes lo encuentren antes acabará todo y podrán descansar, porque tener tantos recuerdos ahí sin poder hacer nada duele demasiado.
Quienes adquieran esta casita, adquirirán toda una historia, un montón de recuerdos, de sentimientos y primeras experiencias, de esas que se quedan grabadas para siempre en el inconsciente; así que, por favor, trátenla bien, con cariño. Aunque se tengan que reformar las cañerías y cambiar la cocina, y los venerables muebles del salón, que lo toquen todo con respeto, porque conserva las huellas impresas de una mujer increíble; y que escuchen, porque tal vez aún la podrán oír riendo dulcemente, dándoles la bienvenida.
www.idealista.com/pagina/inmueble?codigoinmueble=VW0000004186220&numInm=3
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Sé lo que se siente... cuando murió mi abuelita, también tuvimos que pasar por eso... y cada vez que paso por delante me entristece mucho darme cuenta que ya no puedo entrar.
ResponderEliminarOjalá pudiera comprar esa casa y así podrías entrar todas las veces que hiciera falta!!
Eres muy dulce y sensible Ana, muchos besitos y seguimos escribiéndonos :)
Gracias :_)
ResponderEliminar(Supongo que donde dices hamaca quieres decir mecedora :))
Cuando te pones melancólica me haces llorar!! :) Qué bonito Ana! Un beso!!
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