Cuando terminé mi ramen, decidí salir a dar una vuelta por el barrio, tranquilamente, sin subir a más plantas de edificios, porque me dolían mucho los pies. Así que paseé como si se tratara de un "lugar normal", a ras de suelo. Ya volvería varias veces para ver Shinjuku de noche, por ejemplo; aquello era solo una toma de contacto.
Las calles parecían formar parte de un gran zoco. Además de los letreros, luces, pancartas y a veces pantallas de televisión en las fachadas, muchas tiendas tenían dependientes fuera "cantando" las ofertas del interior (algunos disfrazados, con altavoces), y en ocasiones los productos se sacaban en cajas al exterior, inundando la acera.
A toda esta algarabía se le sumaba el sonido de las máquinas de numerosas salas de juegos...
Sobre todo, había muchísimos "pachinkos". Los "pachinkos" son un híbrido de máquina tragaperras y "pinball" (las clásicas "máquinas del millón"). En Japón están prohibidos los casinos donde se apuesta con dinero, pero el "pachinko" es completamente legal. Para jugar, se debe comprar una cantidad variable de bolitas de acero e irlas insertando en la máquina. De vez en cuando, se gana un premio: más bolitas. Estas bolitas se pueden luego intercambiar por objetos y, a veces, de forma un poco complicada, por algo de dinero.
Después de dar unas cuantas vueltas, encontré un supermercado y entré con curiosidad. Quería ver cuánto costaba la fruta (me habían dicho que en Japón era carísima), y qué ambiente había. De nuevo, la experiencia no me decepcionó. Había muchísima variedad de productos, sobre todo de sushi y sashimi cortadito y preparado, pescado, alimentos secos, verdura, fruta... Y sí, la fruta era cara, ¡pero también enorme! Y estaba envuelta como para regalar, con celofán, paquetitos individuales... En algunos manga/anime he visto que, para quedar bien en una cena donde te invitan, lo más adecuado en Japón es llevar algo como un melón o una sandía (en lugar de, por ejemplo, la típica botella de vino que compraríamos aquí).
No recuerdo muy bien por qué, pero sé que me envalentoné y, aprovechando que aún era muy pronto y que estaba saturada de Shinjuku, me dio por escaparme unos minutos al barrio de Akihabara. Pero ya hablaré de ese barrio en otras entradas, porque volví en varias ocasiones.
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