lunes, 2 de mayo de 2011

Tokyo - El barrio de Minato III

Cuando salí del restaurante de los yakisoba ya oscurecía, aunque no serían más de las 18:30. Pensé entonces en ir a ver el puerto. Miré el plano y vi que había una calle que bajaba directamente, así que la tomé y empecé a caminar.
Los enormes rascacielos ganaron entonces todo el protagonismo. No tienen nada que ver con los de España, porque están "forrados" con luces, letreros, banderas y carteles, que por la noche se encienden y animan la calle llenándola de color y dinamismo.


Continué tranquilamente calle abajo, fijándome en mil detalles: las numerosas cabinas telefónicas, las bicicletas, los cables de la luz cruzando por todas partes, los taxis de colores, los puntos para fumar (grandes ceniceros donde se arremolinan los transeúntes apurando sus cigarros; por todas partes hay carteles donde se prohíbe fumar en otras zonas de la calle, o fumar andando)...

 

En una parada de tren y metro llamada Daimon, me sorprendió ver a algunas chicas en kimono charlando. Les di a entender que me gustaría hacerles una foto, pero pusieron tal cara de pocos amigos que desistí. Sin embargo, más adelante, vi más chicas en kimono. Su número aumentaba a medida que me acercaba al mar. No pude evitar sacar algunas fotos a escondidas (por eso salen así de borrosas), aprovechando a veces que posaban para algún familiar. Pronto todas las chicas se unieron y formaron una comitiva que se dirigía hacia el puerto.


Me uní a ellas, intentando averiguar algo. Entramos en una especie de patio en cuyo centro había un gran mástil de barco, iluminado.


Allí, unos hombres empezaron a dar órdenes a las chicas, distribuyéndolas en varias filas. Intenté hablar en inglés con uno de ellos, pero me di cuenta de que no entendía ni una palabra, así que probé con un chapucero japonés: "Nan desu ka?" "Doko...desu ka...?", que es algo así como "¿Qué es esto?" "¿Dónde es...?". El hombre, muy amable, empezó a hablar, a señalar y a sonreír viendo mi cara de desconcierto. Al final, entendí algo así como que todas las chicas tenían que vestir con kimono para montar en un barco rosa grande con flores que había en el puerto. Intenté hacer fotos de ese barco de la Barbie, pero salieron todas movidas...


Quise acercarme al mar, pero no me lo permitieron. Parece ser que por allí solo salían barcos, no había ningún paseo del puerto o algo así... supuse que estaría más arriba o más abajo, así que me puse a buscar, pero el acceso estaba cerrado a ambos lados. Pese a todo,  me asomé a una barandilla del muelle y pude hacer fotos de algún barco y del Rainbow Bridge al fondo. Pensé: "La próxima vez que venga tengo que informarme acerca de cómo ir a la isla de Odaiba y de cómo pasear por el puerto". Porque sabía que iba a volver, tarde o temprano. Cinco días no son suficientes para ver Tokyo...


Volví hacia el Shiba Park, dispuesta a acostarme pese a lo pronto que era. Estaba destrozada. Cerca del hotel, me paré a observar un pequeño pub (en japonés se denominan "izakayas") con cajas de cerveza en la calle, a modo de mesas y sillas, donde un montón de japoneses trajeados (seguramente acababan de salir del trabajo) bebían y comían yakitori (pinchitos).


Sentí envidia, me hubiera gustado estar con alguien para unirme a ellos, sola me daba vergüenza. En bastantes momentos del viaje pensé que haber ido sola estaba bien para conocer muchos sitios e ir a mi aire (aquel primer día me había cundido muchísimo), pero que tenía que volver acompañada para disfrutar de esa parte de la ciudad que se me estaba escapando. Además de que, en general, viajar en compañía es mucho más divertido...

1 comentario:

  1. Considero que de un hervidero como es Tokio, tal como lo vas describiendo y acompañado todo de fotos, no solo lo haces atractivo, sino muy inteligible para quien no ha estado allí. Me gusta en general. Mami

    ResponderEliminar

Deja aquí tus comentarios: